Por Claire de Mézerville
Martín Porto ha venido dirigiendo el proyecto intensivo de implementación de Prácticas Restaurativas en Liceo San Rafael por más de seis meses. En su trabajo con IIRP, comenzó con capacitaciones a personal docente y administrativo en el año 2016, seguido por un plan de implementación durante el 2017. Este proyecto nació de una colaboración entre IIRP, Fundación Acción Joven y voluntarios de Cuerpo de Paz en Costa Rica y ha sido implementado por IIRP Latinoamérica.
Ya acercándonos a la culminación del proyecto, me reuní con Martín. «¿Qué viene ahora con ellos?» Me contestó: «Claire, para mí una de las grandes lecciones aprendidas es que hay que comenzar con los estudiantes. El estudiantado impulsa a que los docentes hagan los círculos.»
En las siguientes semanas, un equipo de adolescentes preparó toda una mañana de capacitación dirigida a sus compañeros y compañeras. Unos días después, prepararon una actividad en la que atendieron a trece grupos de sexto grado, uno por uno, para explicar lo que son las Prácticas Restaurativas y darles la bienvenida, ya que ingresarán a la institución el próximo año. Entre sus actividades, les dieron ejemplos prácticos, pidieron voluntarios y los pusieron a practicar declaraciones afectivas.
«Hemos aprendido que decir que me siento bien o me siento mal no significa nada», dijo Ivannia de 14 años a algunas de sus compañeras. «Es mejor aprender a decir cómo me siento: si feliz, triste o enojada.»
Tuve la oportunidad de entrevistar a estos estudiantes posteriormente. La entrevista puede encontrarse aquí o escucharse en el enlace abajo de este párrafo. Me impactó que me dijeran que a partir de esta experiencia, cada uno de ellos y ellas ha comenzado a hacer círculos en sus casas, con sus familias. Uno de ellos, dijo «yo nunca he sido una persona de usar un vocabulario muy… muy culto. En cambio con esto me ayudé yo solo a expresarme de una forma en que las personas puedan entenderme.»
La adolescencia es una etapa de la vida en la que hay pocas opciones de participación ciudadana significativa (Krauskopf, 2003). La generación adulta tenemos la tendencia de ver a estos muchachos y muchachas como inmaduros e impulsivos. Si bien en la etapa adolescente las personas efectivamente son inmaduras e impulsivas, esto también les permite ser comprometidas y flexibles ante nuevos aprendizajes y entregarse a causas que les importen.
No solo eso; desde la psicología hemos aprendido que el cerebro adolescente prioriza lo relacionado con la relación con sus pares y la aceptación social (Blakemore, 2014). Es cierto, nos gustaría que los y las adolescentes pongan sus estudios y sus responsabilidades por encima de pasar el rato con sus amigos. No obstante, esto que nos puede parecer un obstáculo o a lo menos, un tema aparte con respecto al éxito académico, es una fortaleza si los involucramos como aliados en la formación de una cultura escolar más fuerte: una cultura en la que las relaciones humanas sanas son clave para la prevención y atención de la violencia.
Incentivar el liderazgo, darles las herramientas educativas y socioemocionales para trabajar en sí mismos y en sus ambientes, promover una participación significativa en los proyectos de implementación escolar, involucrar a la juventud en las decisiones relacionadas con el uso de Círculos y Prácticas Restaurativas, son solo algunas maneras en las que podremos fortalecer una cultura restaurativa más fuerte y a la vez, ofrecer a la juventud oportunidades de profundo desarrollo personal.
Finalizada la actividad dirigida por los estudiantes, mientras Martín elogiaba al equipo, el director de la institución llegó a felicitar al grupo. Les expresó efusivamente lo orgulloso que estaba de ellos y los abrazó. Pude capturar el momento en una fotografía.
Ivannia y Sidney, dos de las adolescentes, me comentaron después que eso las impactó de forma particular. Se sintieron orgullosas e importantes. Esto me pareció un elemento clave: no se trata de simplemente delegar las iniciativas en el estudiantado, tomar distancia y dejar todo en sus manos. La riqueza del proceso está también en el acompañamiento: en las personas adultas que les dan las riendas pero que aún así se mantienen cerca. Que los animen a expresar y hacer realidad sus propias ideas, no solo las de los adultos. Que retroalimenten. Que formen. Que ofrezcan aliento y que reconozcan el logro. Esas relaciones formativas con adultos comprometidos impactan la vida de un joven para siempre.
*Las fotografías de estas personas se comparten con permiso explícito y por escrito de la institución educativa y de los encargados legales de los menores.