Por Claire de Mézerville López
(Para este blog, uso las ilustraciones de mi hijo David de 7 años, con su permiso).
Nada como una pandemia para devolvernos la humildad y reconocer lo poco que podemos controlar. El mundo se unió en un solo evento que se extendió indiscriminadamente: el coronavirus. ¿Cómo asimilar desde lo restaurativo una situación que nos obliga al aislamiento y a la incertidumbre?
Ahora más que nunca es necesario que podamos desarrollar un sentido comunitario de responsabilidad, compasión y valentía. No es fácil en medio de una situación en la que hay ansiedad, aislamiento e inseguridad emocional y material. «¿Podré alimentar a mi familia si me quedo en casa?» «¿Me enfermaré al salir cada día a ese trabajo al que no puedo faltar?» «¿Mi país logrará contener esta situación para nosotros?» «¿Cómo nos van a afectar los comportamientos de las personas que no toman esto en serio?» «¿Tendré trabajo en un mes?» «¿Mi situación de desempleo se volverá aún más desesperanzada?» «¿Cómo podré cuidar y recibir cuido de mis seres queridos?»
Los medios de comunicación y redes sociales nos abruman con información que nos satura al punto de la insensibilización. Por supuesto que la información es indispensable, pero el exceso de ella puede ser dañino. Por un lado, nos genera adicción a las noticias alarmantes. No es raro que estas noticias llamen nuestra atención. Es nuestra naturaleza: en nuestra evolución quien le prestaba más atención a la belleza del paisaje que al cocodrilo que acechaba y se aproximaba, no vivía para contarlo. Es esperable que nos enfoquemos en lo negativo. Pero obsesionarnos con ello nos lleva a un punto de saturación que, o nos adormece («¡estoy harta de esto! No vuelvo a pensar en ello o voy a salir a tomarme una cerveza, para bajar el estrés»), o nos acorrala en la indefensión.
Trauma colectivo. Y es que todo esto de la pandemia está sucediendo muy rápido. ¿Podríamos decir que es traumático? Olivera (2020) dice que trauma es «mucho, demasiado rápido». Perry y Zsalavitz (2016) dicen que el trauma ocurre cuando hay un estrés intenso, impredecible y descontrolado. ¡Por supuesto que estamos enfrentando un trauma colectivo! Diferentes personas reaccionan de diferentes maneras: nos paralizamos, lo evadimos, lo enfrentamos… ¿Cómo lo enfrentamos desde lo restaurativo?
En lugar de minimizarlo o, por el contrario, acorralarnos en un rincón o sumirnos en la desesperanza, necesitamos recabar en lo más esencial que somos, en nuestro deseo para sanar y restaurar. Todos tenemos un instinto de sanar, a veces más o menos escondido. Una fuerza que nos motiva a restaurarnos a nosotros mismos y restaurar nuestras comunidades en proceso de transformación y de reinvención. Esta fuerza surge cuando contamos con la seguridad necesaria para subsistir y para crecer: muchas personas contamos con ese privilegio, que se convierte en una responsabilidad. Este no es nada menos que un momento histórico: no podemos estar dormidos y dormidas, necesitamos responder desde el compromiso, la generosidad, el empoderamiento y ¿por qué no? El amor.
Autocuidado, compasión y cuidado del otro. No se puede dar lo que no se tiene. Para cuidar de los demás, es necesario cuidar de nosotros mimos. A su vez, es imposible cuidar de nosotros mismos adecuadamente sin la consciencia responsable de que debemos cuidar de los demás. De lo contrario, caemos en el ensimismamiento e individualismo salvaje que nos destruye como sociedad. Cuando Kristin Neff habla de el sentido de auto compasión, ella se enfoca en tres grandes ejes:
- Bondad hacia mí: ¿Puedo ser amable conmigo, en lugar de tratarme con agresividad y autocrítica? La bondad es la que permitirá a nuestro sistema nervioso estar en mejor disposición para asimilar el estrés y resolver problemas.
- Consciencia Plena: ¿Puedo conectarme con el momento presente desde la consciencia plena de observarlo todo, de aceptar este momento? El mañana no existe. El ayer ya se fue. La conexión con el aquí y el ahora desde la respiración profunda puede ayudarnos en este ejercicio de observación.
- Humanidad Común: Se trata de reconocer que «mi experiencia» no es ni más ni menos que una experiencia humana, compartida por las otras personas. Esta consciencia de que cada uno de nosotros no es ni más ni menos que un ser humano, puede ayudarnos a reconectarnos con nuestra naturaleza y con el reconocimiento de que no estamos solos.
Estos principios sobre la compasión personal son indispensables en nuestra responsabilidad para ayudar a sanar desde lo colectivo. Si soy capaz de ofrecerme bondad a mí misma, podré compartirla con otros, tanto propios como extraños: con mis hijos pequeños, con la persona adulta mayor a la que cuido, con ese miembro de la familia que necesita de una llamada telefónica, con los miembros de nuestra comunidad que sufren el embate de la crisis con mayor fuerza. La consciencia plena también puede ayudarnos a aceptar el momento presente desde la observación atenta y la escucha activa, en lugar de la reactividad ansiosa y distraída. Finalmente, el sentido de humanidad común puede ayudarnos a salvaguardar el distanciamiento físico sin caer en un aislamiento emocional.
Estrés, Duelo y Significado. Ciertamente, esta situación llena de cambios y de preguntas abiertas es muy estresante. Gaston de Mézerville (2014) se refiere al manejo del estrés desde tres recomendaciones: (1) Objetivar el estrés: observo y analizo con atención lo que sucede, procurando ser realista; (2) Controlar el estrés: ¿qué puedo hacer de manera concreta y cómo lo llevo a la práctica? (3) Interpretar el estrés: ¿Cómo asimilo todo lo que es imposible de controlar, desde el principio del significado, de darle sentido y propósito? Suena sencillo, pero estos pasos pueden ayudarnos a enfrentar el trauma colectivo, sacando lo mejor de nosotros mismos.
En esta excelente entrevista en inglés, David Kessler se refiere al duelo al que nos ha acarreado esta crisis. Él menciona las etapas psicológicas del duelo que estamos atravesando. Cabe mencionar que estas etapas no son necesariamente lineales y no siempre se presentan en el mismo orden:
- Negación (todo está bien, no hay riesgo, esto es una exageración).
- Enojo (¿¡por qué la vida tiene que cambiar así!? ¡Esto no es justo!)
- Negociación (si hago la cuarentena perfectamente y si sigo todas las recomendaciones, sin duda todo volverá a la normalidad para una fecha exacta)
- Depresión (No tengo control sobre lo que pasa)
- Aceptación (Hay que asimilar la situación y tomar pasos para adaptarse)
Kessler se anima a mencionar una sexta etapa del duelo: la etapa del significado: «¿qué puedo aprender o qué cosas positivas pueden salir de esta experiencia?» Esta etapa retoma el principio del significado mencionado arriba en la interpretación del estrés, que nos anima a buscar el sentido del trauma. ¿Puede esta crisis sacar lo mejor de nosotros? ¿Puede ayudarnos a redescubrir nuestra resiliencia?
Resiliencia: Crecer a partir de la Adversidad. Podemos fomentar comunidades resilientes: comunidades que asimilan el embate de la crisis y crecen. Sentir la muerte tan presente en nuestro medio es doloroso y nos obliga a repensarnos. Esto me recuerda el maravilloso libro «Las Cinco Invitaciones», de Frank Ostaseski. En este libro, el autor desarrolla las cinco invitaciones a la vida que nos ofrece la consciencia de la muerte, que son las siguientes y que aplican a esta situación:
- No espere: Al estar en cuarentena, puede parecernos que el mundo se detuvo. Es posible que muchas cosas efectivamente se hayan detenido y ciertas decisiones que queremos tomar tengan que esperar. Pero no espere para conectarse por medios seguros con las personas importantes para usted. El distanciamiento físico nos invita a expresarnos el afecto, aunque dejemos de lado los abrazos y las visitas. Debemos reinventar los afectos desde las palabras, los gestos a la distancia y los servicios generosos. No espere: hágalo hoy.
- Reciba todo, no rechace nada: Acepte la situación con todas sus características. No la eluda, no se distraiga, no se sature. Preste atención. Respire. Observe. Asimile. Es solo desde la aceptación consciente que las soluciones y la restauración pueden surgir.
- Traiga todo su ser a la experiencia: Permítase vivir este período desde una aceptación de usted mismo con compasión personal y reconociendo cómo usted, con cada una de sus características, puede responder con valor, integridad y generosidad a esta situación.
- Encuentre descanso en medio de todo: No espere a que «todo vuelva a la normalidad» para relajarse. Busque espacios para relajarse y para el autocuidado en medio de esta situación. Vivimos una nueva realidad: debemos asimilarla y para esto, hay que establecer tiempos para descansar, cultivar salud mental y renovar energías.
- Cultive una mentalidad de «no lo sé»: Como humanidad, estamos aún aprendiendo cómo responder a esta situación de maneras responsables e informadas. Igualmente, necesitamos aceptar que hay mucho que no sabemos y que no podemos controlar. Reconciliarnos con esa realidad incierta nos dará un sentido de libertad que nos ayudará a controlar mejor esas pequeñas cosas que sí están en nuestras manos.
Una retórica que restaura. Existen retóricas muy antagonistas e inclusive apocalípticas sobre la situación del COVID-19. Sin duda, enfrentamos una situación global, grave y letal. No obstante, necesitamos buscar las maneras de movilizarnos hacia un empoderamiento informado y responsable que nos fortalezca como personas y como colectivos, para enfrentar el presente con madurez. Asumir la realidad desde la ansiedad, la saturación de información o la indefensión no solo es inútil, es peligroso.
¿Qué podemos hacer desde un enfoque restaurativo? Creemos que las preguntas restaurativas pueden ayudarnos a asimilar esta situación, permitiéndonos expresar nuestras experiencias diversas, examinándolas desde el pasado al presente al futuro, animando la libre expresión de emociones y fomentando la capacidad para resolver problemas y pensar en cómo salir adelante. Beth Smull propone una adaptación de las preguntas restaurativas para la crisis del COVID-19 que va como sigue:
- ¿Qué ha pensado o sentido durante el desarrollo de esta crisis?
- ¿Cómo el distanciamiento físico (vivir solo, no recibir ingresos, etc.) le está impactándole?
- ¿Qué ha sido lo más difícil para usted?
- ¿Cuál es una cosa que usted está haciendo actualmente para asimilar la situación o responder a lo que pasa?
- ¿Cuál es una persona a la que usted puede acudir para sentirse conectado o conectada?
Los principios restaurativos se basan en reconocer a todas las personas como sujetos capaces y también merecedores de amor y afecto: todos y todas somos personas que, desde nuestras diversidades y situaciones específicas, requerimos apoyo y que también tenemos la responsabilidad de rendir cuentas (Vandeering, 2013). Es por esto que las prácticas restaurativas promueven el empoderamiento comunitario: todos y todas somos responsables.
¿Qué herramientas necesitamos para hacer frente a esta realidad? ¿Cómo podemos desarrollarlas? Necesitamos generar espacios comunitarios y seguros, basado en la participación inclusiva, la transparencia de parte de quienes toman decisiones y la claridad de expectativas con respecto a cómo ser un ciudadano o ciudadana comprometido con mi comunidad.
Finalizo con la pregunta que me hago todos los días: ¿Cómo pueden estos principios de apoyo, responsabilidad y confianza comunitaria ofrecernos herramientas para sobrellevar esta situación e inclusive darle sentido? Quizás abrir estas conversaciones urgentes sobre la responsabilidad, el empoderamiento y la compasión no solo nos ayude a sobrellevar el COVID-19, sino a repensarnos como humanidad.