Paola Vargas Gómez, Facilitadora Certificada IIRP
Las Prácticas Restaurativas son la ciencia social que estudia las relaciones humanas y el fortalecimiento comunitario. Estas prácticas están íntimamente relacionadas con los sentimientos, así como la búsqueda del desarrollo de vínculos que brinden protección entre las personas.
Conectar con nuestros sentimientos y los ajenos no es sencillo; lograr reconocer cuál es la emoción que está detrás de las acciones que realizamos día con día puede resultar complejo, ya que ha sido algo sobre lo cual una gran mayoría las personas no hemos recibido la educación suficiente.
“¿Cómo te fue en el colegio? -Bien”.
“¿Por qué discutiste con tu compañera en la escuela? -Porque sí”.
“¿Ya estudiaste para el examen? -Ajá.”
¿Cuántas “conversaciones” cómo esas tenemos por semana en nuestras casas? Podría apostar que al menos una por día. Parece ser que hablamos, pero no nos comunicamos, no hacemos un esfuerzo por ver más allá de lo evidente, por conectarnos con el otro por medio de la experiencia y la empatía.
Una Práctica Restaurativa sencilla son las “declaraciones afectivas” con las cuales nos expresamos por medio del “Alto Control y Alto Apoyo”. Su objetivo es hacer saber a la otra persona nuestro interés por sus sentimientos y bienestar, así como el impacto que tienen sus acciones sobre nosotros mismos, resaltando nuevamente la importancia de las relaciones humanas.
Las declaraciones afectivas al igual que las preguntas restaurativas no tienen porqué estar ligadas únicamente a un proceso formal. Un escenario cotidiano como cualquiera de los presentados anteriormente, puede ser una excelente oportunidad para ponerlas en práctica.
¿Qué tal si en vez de formular las preguntas anteriores -y quedarte con esas respuestas superficiales-, te permitís decir:
“Cuando no me contás sobre tu día en el colegio, me siento alejada de tu vida y eso me hace sentir triste.”
“¿Cómo crees que se sintió tu compañera tras la discusión que tuvieron en la escuela?”
“¿Cómo te sentís sobre tu examen de mañana?”
¿Por qué hacemos esta recomendación? Pues bueno, ¿sabías que las palabras –Bien- o –Mal- no son afectos? Y aunque las utilicemos con muchísima frecuencia asumiendo que damos a entender lo que estamos experimentando, lo ideal sería apuntar a respuestas tales como “me siento triste, enojado, preocupado, feliz, etc”.
El enriquecimiento y fortalecimiento de nuestra comunicación tiene sus raíces en llamar de manera adecuada a nuestros sentimientos, siendo entonces nuestra comunicación diaria más que un simple cumplimiento aburrido, dónde formulo preguntas para hacer conversación en una rutina sin sentido. Por el contrario, estos intercambios representan un espacio maravilloso que permita a nuestros seres queridos y a mí mismo, expresar todo aquello que nos gusta, nos duela o incluso temamos; todo aquello que nos enoje o que nos llena de alegría.
Poniendo en ejercicio cada día las Prácticas Restaurativas podemos transformar los espacios de comunicación en el momento ideal para compartir todo aquello que nos define como seres humanos facultativos, dinámicos y vivos.
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