
Imagen tomada de Índice de Paz Global (2018) disponible aquí.
Claire de Mézerville López
El 21 de septiembre, la Organización de las Naciones Unidas nos invita a celebrar el día internacional por la paz. En estos caminos restaurativos no son pocas las ocasiones en que debemos insistir que paz no es pasividad. Es por este motivo que este mes quisiera compartir con ustedes una reflexión sobre la paz negativa.
La paz negativa es aquella que, según Johan Galtung, describe la ausencia de tensión a costa de la justicia (Haga, 2020). Al leer o escuchar sobre prácticas restaurativas y cultura de paz, es posible que asociemos estos procesos con alcanzar armonía, comunión emocional y diálogos pacíficos. Quizás suena un poco idílico. Pero sí, es probable que encontremos que ciertas estrategias para la comunicación afectiva y para la resolución alterna de conflictos nos ayuden a estar más conectados con los demás y nos sintamos muy bien. Sin embargo, a veces estas acciones por la paz requieren enfrentar conversaciones difíciles con valentía y salir de lo cómodo o lo conocido.
Cultivar paz en nuestra vivencia interna y autocuidado también necesariamente incluye el trabajo personal activo para alcanzar armonía con nosotros mismos y con los demás. Ser permisivos, sobre-exigentes o incluso negligentes en la relación que tenemos con nuestro propio cuerpo es una forma de paz negativa: es una ausencia de tensión que nos daña. Solo desde la consciencia reflexiva y seria de que la cultura de paz nos confronta con que estamos interconectados, con ese ubuntu (soy porque somos), es que seremos capaces para fortalecer de forma genuina nuestra capacidad para la escucha activa y la empatía. Necesitamos saber pedir ayuda. ¿Con qué personas necesitamos conversar? Sin paz auténtica cultivada desde lo interno, las acciones externas serán artificiales e insostenibles.
Cultura de paz es fortalecer cada día nuestra capacidad para responder en lugar de reaccionar ante una situación y para posicionarnos activamente ante la realidad. Ninguno de estos trabajos personales y sociales es pasivo: requiere un protagonismo consciente e intencionado de nuestra parte. Como todo proceso de crecimiento, nos requiere salir de las zonas de comodidad, nos recuerda que el crecimiento no debe estancarse y de que todos y todas tenemos muchísimo por seguir aprendiendo.
La cultura de paz, en lugar de volvernos pasivos ante nuestra realidad, nos invita a una consciencia intencional que no pocas veces implicará tensión. Desescalar conflictos para que no lleguen a un intercambio violento, no significa evitar el conflicto. Cultura de paz es enfrentar los conflictos desde la creatividad y la noviolencia, pero enfrentarlos y hacernos presentes. Los conflictos que se desbordan y que generan daño, a menudo son el resultado de una paz negativa sostenida en el tiempo: una armonía cobarde a costa de justicia. A lo largo de la historia hemos navegado conflictos desbordados, apoyados en parte por la paz negativa criminal, negligente, indiferente o quizás incluso trágicamente bienintencionada. Las situaciones históricas y generacionales que han provocado y siguen provocando olas de trauma y dolor se manifiestan en heridas tan amplias que abarcarlas parece abrumador o inclusive tabú. Cultura de paz no es enfrentar la realidad con miedo: es hacer un clavado a lo incierto y construir. La respuesta pasiva es excluyente de la respuesta pacífica. El camino para la paz requiere de riesgo, creatividad y valentía.
A veces construir cultura de paz activamente significa abrir conversaciones muy difíciles. A veces puede significar responder de manera directa y honesta a una persona cuya experiencia me es muy incómoda de escuchar. Incluso puede significar ejercer cierto nivel de fuerza o de resistencia para posicionarnos ante la injusticia o para avanzar proactivamente con iniciativas que requieren un impulso intencional en la construcción de un mundo más justo.
Postergar lo incómodo, lo difícil o lo doloroso es paz negativa. No hablar del elefante en la habitación es paz negativa. Evitar confrontar una situación que nos hace daño o que nos expone es paz negativa. Por otro lado, convocar a las personas que experimentan de primera mano la vulnerabilidad y darles espacios valientes y seguros para ser escuchadas y para incidir activamente en sus realidades: eso es cultura de paz. De pronto hablamos mucho de los círculos como espacios seguros, pero más que seguros, como dice Micky ScottBey Jones, son espacios valientes (poema abajo). Cultura de paz es desafiar estructuras, generar espacios de organización comunitaria, celebrar la diversidad de talentos, dones y generosidad que surgen en las comunidades mismas. La paz difícilmente será una silenciosa paloma de color blanco, porque la paz no es uniforme: está llena de vida y de vibrantes colores: a veces chilla y a veces canta.
Construir caminos restaurativos significa que tenemos el desafío de participar activamente en el mundo y de ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Así que nos hago esta pregunta (y me la hago a mí también):
¿Existe algún área de mi vida familiar, comunitaria o ciudadana en la que mantengo una paz negativa, haciéndome quizás aliada o aliado de alguna injusticia?
Si la respuesta es sí, como es el caso para mí, ¿cuál es la manera restaurativa de construir paz activamente, comunitariamente, iniciando hoy?
De espacios seguros a espacios valientes
Micky ScottBey Jones
Hagamos de éste día un día diferente.
Crearemos un espacio valiente,
porque no existe tal cosa como el espacio seguro.
Existimos en el mundo real, llevamos cicatrices reales
y hay heridas que hemos causado.
Pero en este espacio bajaremos el volumen al mundo externo
y amplificaremos las voces que luchan por ser escuchadas en otras partes.
Nos pediremos más verdad y más amor.
Tenemos derecho a comenzar en alguna parte y continuar creciendo.
Tenemos la responsabilidad de examinar lo que creemos saber.
No seremos perfectos.
Este espacio no será perfecto
y no siempre será lo que deseamos
pero será nuestro espacio valiente
y juntas y juntos trabajaremos aquí mano a mano.